Escondo, desde los doce,
mis virtudes más secretas
para que nadie abuse de mí
abusando antes de ellas.
Me apartan de esa amistad,
hecha de peta y cerveza.
(es cuando baja el cebollón
que un@ empieza a oler la mierda.)
Desde los doce, digo, escondo
mis palabras más sinceras
para sólo mostrarlas a quien
demostró saber entenderlas.
Ya no tengo virtudes para
parásitos y otras hiedras.
Si buscan respuestas les muelo a preguntas.
Si piden llaves les cierro la puerta.
Esta es la táctica, guaraní.
Mi estrategia es más compleja:
Llegar a ser el árbol
del que digan: “Inútil madera...”